La depresión posparto afecta a la madre y al bebé

18 julio, 2024

La depresión posparto (DPP) es una forma de depresión o trastorno del estado de ánimo que afecta a muchas mujeres después de dar a luz. Se trata de un problema de salud mental grave y no debe pasarse por alto, puesto que afecta al estado de bienestar general de la madre, su relación con el bebé y el entorno y puede tener efectos en el desarrollo de los infantes. Por ello es crucial buscar ayuda profesional y apoyo social para tratarla eficazmente y mejorar la salud de la madre y el vínculo con su hijo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este padecimiento afecta al 15% de las mujeres después del parto. Sin embargo, este organismo tiene evidencia de que este porcentaje puede ser mayor. Por ejemplo, en un reporte reciente, se estableció que un 56% de madres mexicanas y latinoamericanas residentes en los Estados Unidos han padecido este tipo de depresión. (Depresión posparto, un problema de salud pública mundial, 2018)

El desbalance hormonal que se produce después del parto, con la disminución de los estrógenos, que han estado elevados durante el embarazo, así como algunas alteraciones en la glándula tiroides, posteriores al alumbramiento, pueden ocasionar un desbalance en la química del cuerpo de la mujer y predisponerla a desarrollar una DPP.

A esta situación orgánica, se deben agregar la falta de sueño y el cansancio por atender a un recién nacido. Así como el agotamiento o molestias físicas después de un parto especialmente doloroso. En el caso de las madres primerizas, la preocupación sobre el desempeño de este rol, los cambios que la maternidad introduce en su forma de vida, las transformaciones físicas, la predisposición genética y haber padecido otro tipo de depresión con anterioridad, son algunos factores que pueden producir o agravar una depresión post parto.

Igualmente, aspectos de su entorno psicosocial y socioeconómico son considerados aspectos de riesgo, que pueden desencadenar esta enfermedad. Por ejemplo, problemas en la relación con el padre del bebé o con otros integrantes de la familia, falta de una red de apoyo ante el desafío de la crianza de un recién nacido; problemas económicos, un embarazo no planificado ni deseado y la maternidad en la adolescencia, son otras circunstancias que pueden generar este tipo de depresión en una madre reciente.

Las mujeres que han sufrido maltrato infantil también tienen un mayor riesgo de depresión y ansiedad durante y después del embarazo. Estos factores deben discutirse y tratarse antes de la concepción, por ello es prioritario que la gestación se planifique adecuadamente y que además de las evaluaciones médicas preconcepcionales, también se realice una consulta psicológica de la pareja, antes del embarazo. (La salud mental de la pareja afecta el desarrollo del bebé, 2022)

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), una de cada ocho mujeres de ese país ha mostrado síntomas de DPP. Entre la sintomatología señalada por este organismo se encuentran:

  • Llanto excesivo.
  • Estado de ánimo deprimido o cambios bruscos de humor.
  • Sentimientos de desesperanza, irritabilidad o nerviosismo.
  • Dificultad para crear un vínculo con el bebé.
  • Aislamiento de familiares y amigos.
  • Pérdida de apetito o comer mucho más de lo habitual.
  • Dificultad para dormir o dormir demasiado.
  • Fatiga permanente.
  • Dificultar para tomar decisiones y concentrarse.
  • Dolores de cabeza intensos.
  • Dudas sobre la capacidad para cuidar al bebé.
  • Pensamientos de muerte o de hacerse daño a sí misma o al bebé, o intentos de suicidio.

El bienestar mental y físico de la madre es crucial para el desarrollo del bebé

Como podemos ver, la depresión post parto es sumamente dura para la madre, el bebé y el entorno, llegando a ser sumamente peligrosa, por lo tanto, es crucial para la salud mental de las madres y el desarrollo infantil identificar y tratar esta condición adecuada y oportunamente.

La Academia Americana de Pediatría sostiene que una madre con DPP tendría dificultades para “satisfacer las necesidades del bebé para crecer y prosperar. Es poco probable que ella le lea, lo acaricie/mime y que interactúe con su bebé, lo que lo pone en riesgo de sufrir efectos negativos para su salud”.

Entre estas consecuencias que pueden alterar el desarrollo de los infantes, se mencionan los retrasos en el crecimiento y el desarrollo motriz, intelectual y afectivo del bebé, predisposición para la malnutrición; de igual manera, dificultades del sueño, problemas emocionales y de comportamiento y dificultades en el aprendizaje y la socialización.

Todo esto sin dejar de lado, que el vínculo entre la madre y el infante suele resultar muy afectado, cuando la mujer está atravesando por una depresión posparto. Así también la relación entre la pareja y los demás miembros de la familia sufre las consecuencias de este problema de salud mental.

Por lo tanto, es fundamental buscar ayuda para la madre que sufre de DPP, ya que puede tratarse con terapia, apoyo social y, en algunos casos, con medicación. La intervención temprana mejora significativamente la recuperación de las madres y afianza la relación con su bebé.

Para las personas con factores de riesgo importantes, como antecedentes personales o familiares de depresión, problemas económicos, conflictos en su relación de pareja y familiar, embarazos no deseados y episodios previos de depresión es fundamental que informen a su médico sobre su situación, a fin de prevenir la aparición o el agravamiento de una DPP.

El apoyo de la familia, así como la atención médica adecuada, son fundamentales para superar la depresión posparto. Las madres deben sentirse escuchadas y apoyadas para hablar de sus sentimientos, sin ser juzgadas, ya que esta es una condición seria que requiere atención y tratamiento oportunos.

Fuentes:

 

 

 

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